Como anteriormente he dicho, Jimin creció en una familia siendo hijo único, ambos padres eran de la religión católica.

Siempre le habían inculcado amar a todas las personas por igual, respetarlas. Pero sobre todo, acercarse a Dios, ese hombre supremo que controla todo desde el cielo, aquel que día viva a la tierra.

El ambiente familiar que Jimin tuvo fue tranquilo, amoroso o eso fue lo que recordaba hasta ese día. En ese preciso momento donde todo se iba al carajo. Todas aquellas palabras de amor que sus padres se decían, ahora eran reemplazadas por ofensas.

—¡Estás enfermo, no te dejaré acercarte a mi hijo! —gritó la señora Park mientras lloraba de rabia.

Esta tarde, en la oficina de su esposo había descubierto un romance que le había ocultado. Pero, eso no era lo que le dolía, lo que hizo que la señora Park se rompiera fue el hecho que su esposo la engañara con su asistente...

Su asistente hombre...

—Crees que le estás haciendo bien, pero estás equivocada, alejarme... no es la mejor decisión que has tomado Suran —dijo mientras tomaba su maleta, algun día su hijo lo encontraría y él estaría dispuesto a explicarle toda la verdad.

Cuando abandonó la casa, la señora Park decidió que su hijo no sería igual a su padre, Jimin sería un hombre de verdad.

Por eso, al entrar a la secundaria, su madre siempre le forzó a tener novia, a que le gustaran únicamente las mujeres.

Tanto así que ahora en la actualidad Jimin les tiene cierto asco, pues su primer beso con una chica no fue tan agradable como supuso.

"Lo que más odies en la vida... Es lo que más tendrás presente..."